A menudo se plantea la disyuntiva de si, desde el punto de vista ambiental, es más responsable comer productos locales, aunque no lleven certificado ecológico, que productos certificados traídos de la cochinchina. Y es que, de nuevo, para los que buscamos llevar un estilo de vida más respetuoso con nuestro planeta, este mercado de 20.000 opciones no nos lo pone nada fácil.
Las técnicas de la agricultura ecológica son mucho más respetuosas con el medio ambiente. Más allá del uso o no uso de pesticidas. Están mucho más integradas en el ecosistema, blindándolo y protegiéndolo de procesos de desertificación, de la deforestación o de la pérdida de biodiversidad. La
fauna y flora del entorno no se ve amenazada y protege variedades tradicionales de cultivo.
Ahora bien,
Comprar de forma local reduce muchísimo tu huella de carbono, ya que la fruta y la verdura no ha tenido que viajar miles de kilómetros para llegar has ta ti. Además, se suele notar una diferencia muy grande en el sabor. La fruta que viene de lejos es recogida muy verde, para que aguante todo el trayecto sin echarse a perder. Pero es que resulta que es en su última fase de maduración donde los frutos adquieren su sabor. He aquí uno de los grandes motivos por los que los tomates que comemos ya no saben a tomate.
Somos una especie un tanto extraña. De verdad. Somos la única especie en todo el planeta que invierte más energía en el proceso de conseguir la comida que la energía que obtiene de la misma. En el proceso de cultivado y preparación de la comida, invertimos cantidades asombrosas de energía, esta en su mayor parte proviene de combustibles fósiles. Fertilizantes y maquinaria que necesita combustible, procesos de clasificación, limpieza y envasado, pero sobre todo, invertimos una gran cantidad de energía en transportarlo por el mundo. Naranjas que viajan de China a España, Mangos de Ecuador a Italia, aceitunas de España a Estados Unidos. Si trazásemos una línea desde nuestro plato a los diferentes países de origen que lo componen quedaríamos asombrados con la cantidad de kilómetros que han sido necesarios recorrer para llegar hasta ahí.
Por supuesto cada kilómetro que ha recorrido cada ingrediente va acompañado de sus correspondientes emisiones de CO2.
Ojo a la siguiente gráfica.
Según los últimos datos disponibles, en 2011, el Estado Español importó 25,486 millones de toneladas de alimentos que recorrieron de media 3.827,8 kilómetros y generaron 4,212 millones de toneladas de CO2.
¿Entonces? ¿Vale la pena comprar ecológico?
Lo cierto es que, y esto es mi más sincera y humilde opinión: depende.
En el tema de la agricultura ecológica hay una chicha tremenda que, sinceramente, da para un post completo. El caso es que, debido al auge de la demanda de productos ecológicos (algo muy positivo), se han sustituido las técnicas de grandes extensiones de monocultivo convencionales por técnicas “ecológicas” cambiando el uso de fitosanitarios de síntesis por fitosanitarios de origen natural, pero manteniendo las técnicas intensivas y de laboreo tradicionales. Esas cosillas que hacemos los humanos para encontrar soluciones fáciles y rápidas a problemas complejos. Como ejemplo, las grandes extensiones de monocultivo de tomate bajo invernadero de Almería pueden llevar perfectamente un certificado ecológico siempre que los abonos y pesticidas utilizados sean de origen natural (y siempre que no utilicen transgénicos). Pero, y es un pero muy grande, estos sistemas agrarios están lejos de ser sostenibles, ya que el uso del suelo y de los recursos hídricos sigue siendo intensivo y son zonas carentes de biodiversidad.
Si eres lector asiduo de este blog, y si cultivas en casa, sabrás más que de sobra que las técnicas de la agricultura ecológica van mucho más allá de echar neem o el insecticida de turno cuando hace falta.
Por poner unos cuantos ejemplos:
- La asociación de cultivos se utiliza para evitar el uso de fitosanitarios y el agotamiento del suelo y para atraer biodiversidad favorable.
- La rotación de cultivos es una técnica que evita el agotamiento de nutrientes del suelo y, además, disminuye la necesidad de abono.
- El uso de acolchados orgánicos mejora la estructura del suelo y lo protege de los rayos del sol, favoreciendo así la presencia de biodiversidad beneficiosa.
- Respetan las temporadas y los ciclos de los cultivos.
Las técnicas relacionadas con la agroecología buscan crear ecosistemas diversos, ricos y productivos de forma sostenible en el tiempo.
Estas técnicas no son típicas de las grandes extensiones de monocultivo ecológicas, pero sí de los pequeños agricultores que utilizan la agroecología y maximizan la producción agraria en su conjunto, con muchas variedades de cultivos bien combinadas para optimizar los ciclos de nutrientes del suelo. Son agricultores pequeños que SEGURO tienes en tu zona.
Bajo mi punto de vista, si la elección es entre unos espárragos locales sin certificado ecológico, o unos con sellos cultivados a miles de kilómetros de distancia (por ejemplo, aquí en España, solemos ver muchas veces en los estantes del supermercado espárragos cultivados en Perú), en ese caso opta por los espárragos locales.
Consejos para una lista de la compra más sostenible
- Opta siempre que puedas por los cultivos locales y de temporada. Es la opción más sostenible a nivel de emisiones.
- Compra productos lo menos procesados posible. Resulta mucho más complicado averiguar las técnicas y la localización de cada paso del proceso de producción en productos que conllevan un ultraprocesado. Una salsa de tomate frito es un ejemplo de este tipo de alimentos.
- Apuesta por el pequeño agricultor y las cooperativas de consumo. Las cooperativas de consumo se han establecido como una opción fiable, ecológica y de proximidad para abastecerse de fruta y verdura de calidad y a buen precio. Investiga un poco por tu zona, seguro que encuentras unas cuantas.
- Montate un huertito. ¡Aunque no sea muy grande! Es mucho más fácil de lo que crees y conseguirás alimentos ecológicos kilómetro 0. Recuerda que en esta misma web tienes disponible un curso online gratuito.
- Basa tu alimentación en plantas.
- Según la FAO, dos terceras partes de los GEI (Gases de Efecto Invernadero) relacionados con la alimentación son derivados de la ganadería. Esto la convierte en la fuente de emisiones más importante de GEI totales relacionados con cómo nos alimentamos. Esto es debido en gran medida a que las terneras producen metano. Este gas tiene un potente efecto invernadero, mucho más que otros. Por ponerte un ejemplo, una sola molécula de metano equivale a 23 de CO2. Con lo cual, su impacto es muchísimo mayor que el de otros GEI. La solución: disminuir en todo lo posible la carne y el pescado, que la base de tu dieta sean verduras (muchas verduras), legumbres y frutas. Especialmente, evita las carnes con una elevada huella de carbono, como la ternera. Y opta siempre que consumas carne o pescado por opciones ecológicas. Sé que es más caro, pero lo que te ahorras en no comprar tan a menudo lo inviertes en un producto de mejor calidad 🙂
Cuando decidas comprar NO local
Si lo piensas bien, muchos productos que consumimos de forma habitual no podríamos disfrutarlos de otra forma si no fuesen importados: cacao, café, té, plátanos, piñas, azúcar… Productos que hemos asimilado en nuestras dietas desde hace muchísimos años. La lista varía según los gustos de cada uno.
Y aunque, como te he comentado antes, creo firmemente en fomentar el comercio local y de proximidad, tampoco soy capaz (al menos de momento)
de renunciar a todos los productos que viajan miles de kilómetros para llegar a mi despensa. Para estos productos tengo otra serie de criterios:
- Primero de todos, los disminuyo al máximo, analizo realmente a qué productos puedo renunciar y aquellos con los que se me rompe un
poquito el corazón cuando pienso en ello. Me quedo exclusivamente con estos últimos, de momento. - Busco la mejor alternativa posible dentro de lo malo. La agricultura intensiva en zonas tropicales, a parte de ser catastrófica para los
ecosistemas de la zona, suele venir acompañada de mano de obra explotada. Pero hay alternativas, proyectos que utilizan la agricultura
ecológica y a pequeña escala para devolverle el poder al agricultor y desarrollar de forma estable la economía de la zona. Busca los sellos
rainforest alliance o fairtrade.
Hazte con una chuleta
Vale, comer productos de temporada es bueno para nuestra salud, el bolsillo y el medio ambiente. Pero, en una sociedad en la que vemos tomates en las estanterías del supermercado, a veces resulta imposible no hacerse un lío. Por eso en Plantea hemos creado un calendario perpetuo que está pensado para que tengas un punto de apoyo a la hora de saber si comprar mandarinas o melocotones, espárragos o judías. Oye, o para prepararte tomates en conserva cuando se acerca el final de su temporada. Ya que contiene las frutas y verduras de temporada para cada mes en la península ibérica.
>>> Tienes todos los detalles aquí <<<
Concha dice
Para mi es un tema muy complicado, aunque está claro que apuesto por los productos locales y muy locales. Aunque, cómo digo en mi caso el tema es bastante complicado.
Por un lado vivo en un clima muy frío (Teruel) con lo que tengo poco acceso muchos productos, tanto de productores locales, cómo de mi propio huerto y por otro padezco sqm en grado severo, por lo que no tolero ningún producto que no sea ecológico y para remate necesito aporte continuo de ciertos elementos que no siempre están en temporada…
Es complicado se aceptan todo tipo de sugerencias…
Marta Rosique dice
Hola Concha,
Las emisiones se disparan una barbaridad sobre todo en productos que viajan en avión y barco. Teruel tiene a mano por carretera bastantes zonas con un clima un poco más amable que podrían suponer una buena opción. De todas formas, yo siempre digo lo mismo: la situación de cada uno de nosotros es diferente y lo que a mí me resulta más fácil no tiene porque ser lo mismo que para ti (y al revés). Está bien que nos planteemos nuestras opciones de consumo siempre, pero es importante que las adaptemos a nuestros ritmos y necesidades propias.
Muchas gracias por tu aporte!